Se trataba de una finca clásica y regia orientada al norte, con abundante claridad e innumerables tesoros estructurales. El estudio recibió el encargo de una rehabilitación integral para una primera vivienda. La propietaria quería espacios amplios –la superficie estaba muy compartimentada– para disfrutar el piso de forma contemporánea. Esta apertura afectó a la estructura del edificio –una construcción de 1900 con puntales de madera y entramado de fábrica de ladrillo–, ya que hubo que descubrir los pilares y reforzarlos con acero. Se recuperó el pavimento original de tarima de pino melis y se completó con madera de roble eslavo donde ello no fue posible. «Además, la clienta quería una cocina sencilla, no demasiado grande. La realidad es que este espacio se ha convertido en una pieza clave, pues articula toda la zona de estar y es el centro de reunión», explica el arquitecto. La singularidad de esta estancia, abierta al comedor, radica en la combinación de acabados modernos con elementos originales reciclados. Así sucede con las puertas y fraileros utilizados en el empanelado. Uno de los muros se cubre con un empanelado de puertas y contraventanas interiores recicladas, que esconde armarios y un aseo de cortesía, y el techo se reviste con listones de roble natural formando entrecalles donde se integran los equipos de iluminación y las rejillas del sistema de climatización. Priman los materiales nobles como la piedra, la madera y el metal, arropados con textiles. Las superficies fluidas y poco recargadas ceden el protagonismo a la arquitectura. Los muebles se utilizan para dividir estancias, como sucede con el aparador colocado entre la zona de estar del salón y el área de comedor. La diferencia de pavimentos y las columnas en hilera también contribuyen a una distribución visual en un espacio abierto.